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In χημεία on 31 31America/Mexico_City enero 31America/Mexico_City 2013 at 11:35 PM

Un átomo del elemento más simple, el hidrógeno, inicia una carrera en contra de uno de sus semejantes, fusionándose entre sí para producir helio, calor, luz. Este pequeño evento, repetido en cantidades calculadas por mera aproximación y que desafían la imaginación, produce colosales tormentas en algún lugar del universo, tsunamis gigantescos de plasma radioactivos que ni el mismo Dante pudiera haber imaginado para describir los círculos infernales. Dicen quienes han estudiado este evento, que seguirá ocurriendo de manera estable y sostenida por al menos cinco mil millones de años más, que será cuando ya no queden átomos de hidrógeno. Es posible que no podamos atestiguar si ocurre tal eventualidad, y es fácil predecir hoy algo que podría o no suceder, y que posiblemente nadie pudiera recordar.

Éste gran evento ocurre completamente ajeno a nosotros, la humanidad, quienes disfrutamos de sus consecuencias sin saber que debemos tener gratitud de poder existir gracias a la fusión atómica que se produce en el reactor nuclear natural que ocupa el centro de nuestro sistema solar. Y vaya que tenemos mucho que agradecer, ya que no es el único evento enlazado a éste fenómeno que nos beneficia de manera vital.

Organismos con clorofila se benefician de la luz producida por la combustión solar que ocurre a cientos de millones de kilómetros de la tierra en la que nacen y crecen; simplemente reciben esa energía lumínica y, por medio de la fotosíntesis, la convierte en energía química, en oxígeno que respiramos y en alimento para otros organismos de los cuales también nos beneficiamos.

Posiblemente, describir estos eventos de manera aislada pudiera traernos recuerdos de nuestras clases básicas de ciencias hace ya algunos (quisiera pensar que no muchos) años y pudieran no parecer relevantes. Cada proceso por si mismo es maravilloso y fascinante, sin importar que uno ocurra en el vacío del universo a una unidad astronómica y el otro en la maceta que tenemos en la cornisa. Afortunadamente para nosotros, ambos fenómenos tienen un enlace entre sí para beneficio del planeta, ya que las plantas son una de las bases principales para alimentar a un gran número de especies, el hombre incluido. Son tantos los enlaces de elementos aislados que conforman la estructura de la vida que podrían conformar un tejido descomunal. Y en realidad es apenas la punta del iceberg.

Es genial poder disfrutar de los beneficios de estar vivo: respirar, comer, percibir nuestro entorno y modificarlo a nuestro gusto y necesidades. Lo realmente maravilloso es poder estar conscientes de ello. La estructura neuronal humana, gracias al misterio del enlace sináptico, nos permite tener consciencia y raciocinio, además de poder desarrollar herramientas que nos ayuden a mejorar nuestras condiciones. Y todo es gracias al enlace de elementos aislados. Conexiones, uniones, enlaces. La materia está hecha por múltiples enlaces atómicos, pequeños sistemas de partículas que nos conforman: piel, cabello, cerebro, elementos todos enlazados y configurados en forma de persona. Personas, el humano como especie es un ser social, forma enlaces con otros humanos, conexiones, intercambios, estructuras complejas: amigos, clanes, familias, parejas, descendencia, cada enlace con una fortaleza determinada por cada individuo. Un individuo, el átomo social que puede generar en esa red neuronal de enlaces sinápticos una idea de, por ejemplo, salir de su hogar al caos del mundo que habitan otros individuos como él, sin la noción de que tiene un enlace especial con una familia a kilómetros de distancia, agricultores de café, quienes lo cultivan en terrenos heredados por generaciones; no piensa en el enlace que tiene con un pequeño empresario que vende envases térmicos, que trabaja seis días a la semana durante casi todo el año; es ajeno al enlace que tiene con el estudiante de gastronomía, quien no solo obtiene un sueldo con el que paga sus estudios, sino experiencia en la cafetería donde acaba de vender una infusión de ingredientes enlazados entre sí. Ellos y muchos más están enlazados con nuestro momentáneo protagonista, quien no piensa en ello, simplemente paladea una taza de café mientras se sienta en una banca fabricada por un herrero, en un parque construido por muchos obreros y urbanistas, a leer el periódico que contiene enlaces a información escrita por reporteros y columnistas, mientras disfruta del enlace que sostiene con una cantidad obscena de átomos de hidrógeno fusionándose en algún lugar del universo.

>Tilo