El primer paso es siempre el definitorio. Determina a veces la calidad del resultado, el efecto que tendrá en las personas y determinará en comparación con el último paso si el camino recorrido fue constructivo o destructivo, independientemente de si eso es “malo” o “bueno”.
A veces también es este primer paso el que determina si el camino requiere de un especial esfuerzo para mantenerse o lograr un objetivo deseado.
Ahora más que nunca veo junto con millones de personas que el arte no es más que el tránsito por este mundo. Cualquier paso puede ser tomado como el primero, aunque el origen nunca seamos nosotros. Incluso cuando parece que hemos llegado al paso final siempre existe la continuidad que cambia el resultado haciendo de este algo momentáneo, a veces hasta irrelevante.
La evolución siempre se ve en perspectiva. Podemos juzgar del presente hacia atrás, asi que no hay manera sensata de saber si el primer paso que damos hoy es el origen de lo que buscamos tener a futuro. Por eso todo origen es una aventura que se debe aceptar como viene, especialmente cuando pretendemos darle al camino la etiqueta de “artístico”.
Empezando por la nomenclatura, lo artístico, es casi en su totalidad un acto de fe creado desde la precisión de los pasos a seguir, con el método de lo empírico y la experiencia de la gente cuya obra respetamos. Precisamente al momento de seguir las vivencias de alguien más, al adoptar a alguien de mayor experiencia como un modelo a seguir, estamos adoptando un nuevo origen: el del ídolo. Al seguir sus enseñanzas y adoptar sus vivencias estamos dando continuidad a ese origen ajeno, en el mejor de los casos, y de forma inevitable, creando una especie de final alternativo de eso originado, con el valor de una historia propia, con otra interpretación de la vida y otros códigos.
Por eso es que para ninguna arte existe “El Método”, “El Camino”. No hay absolutos, ni en el arte de contar historias, ni en el de bailar, ni en el de liderar a un pueblo, ni en el de educar infantes. No existe la trayectoria perfecta, ni el objetivo óptimamente logrado, ni la verdad absoluta. Todos son aproximaciones y valoraciones con mayor o menor exactitud. No todos obtienen lo que determinaron ni ganan lo que codiciaban, pero nadie se va con las manos vacías.
El acto de iniciar en sí mismo es uno que trae abundantes retribuciones. La creación abre las posibilidades de la existencia, incluyendo todo lo existente – material, espiritual, energético…
Solo se requiere ese primer paso, más o menos difícil, más o menos claro, más o menos decidido. Esa palabra, como la primera que fue según los más grandes mitos. “En el principio creó…”
De esta maraña se teje la historia, la vida misma. Y todos venimos de ahí.
> Fénix