Cuándo escuchamos la palabra ciudad, inmediatamente pensamos en un lugar densamente poblado, la capital de algún país, un sitio importante, fijo, que concentra en su espacio una amplia variedad de edificios y personas. Sin embargo, debajo de ese primer velo podemos encontrar un tejido mucho más complejo, cuyos hilos son en ocasiones tan disímiles si se ven por separado, pero que forman parte del mismo entramado. Y es que no todos los elementos que conforman las ciudades son del mismo lugar o época, algunos vienen incluso desde otros países, llevando parte de su lugar de origen para enriquecer la mezcla: personas, casas, edificios, comunidades, cada cual es una faceta que conforman una enorme figura polifacética.
Las ciudades son como libros cuyas letras son edificaciones y el trazo urbano, cuentan historias a través de los lugares más antiguos que resisten el embate de las olas del tiempo, proporcionando una idea de los usos y costumbres de épocas ya extintas, siendo las pocas huellas inalteradas del cambio constante. Porque la ciudad no se permite permanecer estática, persigue la modernidad y el desarrollo, busca satisfacer las necesidades de sus habitantes, sin embargo, no lo consigue para todos.
La ciudad es a veces hostil, ansiosa, con sus arterias congestionadas, con prisa y medio desayuno, somnolienta sin oportunidad de cinco minutos más de sueño, un coro cacofónico de cláxones y vendedores de diarios, tanques de gas, de insultos, de piropos, de motores, de charlas ininteligibles, de timbres de móviles. Después la ciudad trabaja, produce, crece, estudia, aprende, descansa a ratos, lee un libro en la banca de un parque, compra un café para beberlo en uno de sus tantos remansos de tranquilidad en forma de mesitas, apura los deberes, espera con ansiedad la hora de volver al movimiento, al caos de millones de pasos en sus calles, buscando transportes, comprando encargos de último momento en sus cada vez menos misceláneas, acudiendo a una cita para ir al cine, comer, cantar en un concierto, conocer a alguien en un bar, caminar por las solitarias calles nocturnas, llegar a un hogar, apagar la luz, dormir, y empezar de nuevo.
>Tilo