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In παραδόσεις on 31 31America/Mexico_City enero 31America/Mexico_City 2014 at 12:10 PM

CIUDAD. (del Latín cívitas, civitatis)

Es un término que de inmediato asociamos la idea de un conjunto de personas que habitan determinada región donde han asentado sus intereses y modus vivendi, donde una característica fundamental en todos los hacinamientos es la abundancia del agua, habiendo agua hay vida, reza un dicho popular.

Por su tamaño en el número de habitantes que conforman el grupo, el término ciudad se va trasformando en lo menos como rancho, aldea, pueblo, etc. y en mayor cantidad en urbe, metrópoli, capital.

Todo mundo se ocupa de saber, conocer, ver y oír de las grandes ciudades o urbes como lo son: Nueva York, Washington, París, Roma, Londres, México, Sao Paulo, Madrid, etc. y de los pueblos pequeños o ranchos no hay quién voltee a mirarlos, oírlos y olerlos.

Quiero hablar de un pequeño caserío del estado de Michoacán enclavado por los límites del estado de Guanajuato en la zona noroeste del estado. Me remonto allá por los años cincuenta del siglo pasado, este lugar  no contaba con los  servicios básicos elementales de una vivienda y desde luego brillaba la energía eléctrica por su ausencia, pero por el lado positivo se disfrutaba de la naturaleza en todo su esplendor, con noches de hermosas lunas o noches plenamente oscuras cuajadas de estrellas, admirando la vía láctea conocida por la gente católica como el camino del señor Santiago, que en su caballo iba dejando una larga polvareda.

Era muy común ver las lluvias de estrellas, los aerolitos que surcaban la oscuridad como una fugaz línea de luz, se escuchaba el silencio sórdido de las noches cuando los perros agotados del trajín del día tras los pasos de sus amos dejaban de ladrar en momentos y el escuchar el silencio era algo maravilloso aunque suena controversial escuchar el silencio y a lo lejos de cuando en vez escuchar el canto de un gallo que auguraba un cambio de clima, sea lluvia o frío. O bien escuchar las carreras de las ratas en el plafón de tejamanil que algunas casas llegaban a tener en sus tejados.

A la hora de la cena toda la familia reunida en torno al crepitoso fogón de leña o de olotes, saboreando las últimas tortillas del tascal (doraditas en el comal de barro) y la cuchara rascando el fondo de la olla tiznada pescando los últimos frijoles que entre más escasos más sabrosos así como el caldillo sobrante para completar las timbas de los pequeños que pedían más y se peleaban por ganar lo último cual sí fuera el trofeo de la noche. Todo esto a la luz de la flama de un aparato de petróleo y las pláticas de los adultos con las historias de espantos y aparecidos en los cementerios o callejones de las casas formados por piedras apiladas una encima de otra o los cuentos de hechos reales de las grandes haciendas donde el dinero que recopilaban sin la existencia de bancos no sabían dónde depositarlo y lo enterraban o emparedaban en los anchos muros de sus haciendas donde contaban que el diablo se apoderaba de él y no dejaba que ser humano se lo llevara haciendo que vieran visiones descarnadas y espantosas.

En las ciudades de hoy en día se ha perdido con la modernidad todas estas historias y vivencias de las familias amén de las prisas que acarrean los tumultos de las grandes urbes, el tráfico de autos, las presiones del trabajo, los gastos diarios de toda la familia, los sueldos bajos, los robos y lo encarecido de la vida, todo esto en lugar de disfrutar conlleva a una enfermedad de tensión y preocupación. Oh!, bellos tiempos aquellos tan idos, ahora el hombre ha ganado comodidades con el desarrollo y la tecnología, pero ha sido a costa de perder lo natural, la  salud, la paz y la tranquilidad lo más hermoso y preciado de la vida.

>Majeek  Dugaam