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In κοινωνιολογία on 29 29America/Mexico_City abril 29America/Mexico_City 2013 at 9:40 PM

Cada día debemos tomar decisiones, un gran porcentaje de ellas de manera mecánica e irreflexiva, otras con apenas la mínima atención, la gran parte del tiempo no somos conscientes de que lo hacemos: ¿despertar en el momento que emite la alarma el despertador? el cuál, por cierto, decidimos unas horas antes programar con la hora del día en que tenía que cumplir su tarea, o bien, decidimos ignorarlo quince minutos más, pensando ingenuamente que podremos reponer la vigilia con sólo un cuarto de hora extra de apenas dormitar, tiempo que restamos a otras actividades previas a salir de casa, transgrediendo la planificación del horario diario establecido por nosotros mismos de acuerdo a nuestras necesidades de cada día. La cuestión de haber decidido permanecer quince minutos más en cama, posiblemente pensamos que es una acción inocua, aunque, casi a diario, el efecto mariposa se hace presente al perder el transporte semivacío que transitó unos minutos antes y tener que intentar abordar el siguiente, tarea que, de conseguir, nos hará pasar un incómodo viaje al intentar sin éxito, por supuesto, transgredir la propiedad de la impenetrabilidad que tiene la materia; lo mismo sucede si viajamos en auto propio, ya que estaremos rodeados de vehículos en una situación similar, lo cual provocará que lleguemos desfasados en tiempo a nuestro destino, retrasando nuestras actividades a lo largo del día.

La onda expansiva de la primer transgresión del día continúa al llegar a nuestro destino y no encontrar un espacio para estacionar nuestro vehículo, hecho que ampliará más el retraso. El viajar en transporte público no es garantía de llegar a tiempo, ya que es altamente probable que algún percance nos retrase también, como tener éxito al comprobar que, tal como aprendimos en educación básica, dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio, sobre todo en el transporte público en horas de alto uso.

Pequeñas decisiones que tienen repercusiones poco agradables pero tolerables por nosotros, al final lo que cuenta es llegar, siempre habrá un margen de tolerancia con respecto a la puntualidad, porque “nadie llega a la hora”. Esta transgresión a cumplir con los horarios establecidos no es característica única de nuestra sociedad, tomemos de ejemplo a la compañía de trenes inglesa South West Trains: es un cliché famoso hablar de la puntualidad inglesa, pero en el website de dicha compañía podemos encontrar la referencia a la puntualidad:

“Puntualidad: Porcentaje de trenes que llegan a su destino en hora pico dentro de los cinco minutos del tiempo programado”

  (Tomado de http://www.southwesttrains.co.uk/our-performance.aspx)

con lo que podemos ver que la puntualidad de la compañía de trenes cuenta con hasta cinco minutos de diferencia con respecto al horario establecido por ellos mismos para considerarse puntuales ¿es un engaño al usuario?¿se trata de una transgresión al convenio con los pasajeros de llegar a tiempo? La compañía es clara al definir el término “puntualidad” y además es responsable al informar los porcentajes de la misma con respecto a los horarios de sus trenes. Cuando esta situación nos afecta, nuestro razonamiento inicial será el de responsabilizar a la compañía de nuestro retraso, cuando es obligación del pasajero el leer las letras pequeñas de lo que está comprando. En más de una ocasión, hemos visto escenas en aeropuertos que niegan el servicio a pasajeros que llegan al mostrador con diez minutos de anticipación y tres maletas voluminosas, cuando claramente se especifica que debe estar documentando equipaje con al menos noventa minutos antes de la hora señalada, tomando en cuenta que se debe seguir un sistema de documentación, recepción de equipaje, embarque, abordaje, entre otros procedimientos, y que trasgredir el sistema podría causar un “efecto mariposa” si el avión no despegue dentro del margen temporal que tiene establecido, alterando no solo su horario, sino el de otros aviones, otros aeropuertos y por supuesto, el resto de los pasajeros.

El escritor francés François de la Rochefoucauld menciona en sus Máximas que “establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros”. Usualmente somos críticos con quienes transgreden las reglas, sobre todo si nos afecta de alguna forma: que nuestra cita llegue fuera de tiempo, que nuestros superiores nos pidan trabajar tiempo extra, que el profesor nos aplique un examen sin avisar, no obstante, si somos nosotros quienes llegamos tarde, si dedicamos tiempo laboral y uso del equipo de trabajo para revisar Facebook o Twitter, o si no estudiamos para en cambio ver la final de “la” Champions League, lo permitimos ya que nosotros no seremos afectados al ser los transgresores.

Revisemos casos como el de la sociedad japonesa. Japón es un país cuyo territorio es un archipiélago, montañoso en un 80% y cuya superficie es poco apropiada para actividades agropecuarias y se encuentra en una zona de alta actividad sísmica, además de haber sufrido los dos únicos bombardeos nucleares que se han hecho dentro de un conflicto bélico.  Sin embargo, es el país con la tercer economía más grande del mundo, con grandes industrias bancarias, de bienes raíces, transporte y telecomunicaciones, sobresaliendo en el desarrollo de tecnología aplicada. Es ampliamente conocido su respeto al trabajo y ética laboral. Tomemos de ejemplo ahora a Suiza, país que tiene una pequeña extensión territorial, con un clima poco favorable para cultivar durante gran parte del año y sin territorio litoral, lo cual no ha impedido que posea una de las más grandes marinas mercantes, además de albergar a algunas de las corporaciones multinacionales más grandes del mundo. Ambos países carecen de recursos naturales o grandes extensiones de territorio, pero cuentan con la materia prima más valiosa: el capital humano que los conforma, quienes evitan la transgresión del orden, la limpieza, la integridad, la puntualidad, la responsabilidad, las leyes y reglamentos, el respeto por el derecho de los demás y la ética laboral.

Las economías menos desarrolladas no tienen el mismo nivel, no porque los países carezcan de recursos naturales o extensiones territoriales favorables para actividades agropecuarias, sino por la constante transgresión que los habitantes y sus gobernantes hacen a los preceptos mencionados arriba. “Las reglas son para romperse” estipula la frase rebelde por excelencia, y si bien es cierto que muchos avances de la humanidad se han dado gracias a la transgresión de preceptos establecidos y fundamentados en la rigidez de las creencias y costumbres, han sido mediante la observación minuciosa  y el razonamiento, la planificación, la experimentación mediante el ensayo y error hasta obtener resultados favorables.

Pero ¿qué sucede cuando transgredir las reglas se convierte en un lastre más que un progreso? ¿qué sucede cuando una transgresión “pequeña” afecta a terceros? ¿cuándo la transgresión se multiplica? ¿cuándo transgredimos nuestras reglas?

A pesar de ello, será poco probable que pensemos que tomamos una decisión no favorable al quedarnos quince minutos más en cama. No importa que estemos transgrediendo la hora de despertar que nosotros mismos programamos en la víspera, el éxito puede esperar un cuarto de hora más.

>Tilo