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In κινηματογράφος on 29 29America/Mexico_City agosto 29America/Mexico_City 2013 at 11:05 PM

¿Cuál es el verdadero impacto de la cultura
popular sobre la sociedad, la configuración
de la ciudad?

El concepto de identidad es la respuesta lógica para dar cierta modulación y por tanto órden y pertencia a todo conocimiento humano mediante la identificación esencial y sustancial de la unidad.

Durante las décadas que suceden a la Segunda Guerra Mundial y en función de las profundas reorganizaciones políticas y étnicas que tuvieron lugar en su transcurso, cabe advertir un incremento asombroso de usos de la idea de identidad (hasta entonces reservada a los tratados de lógica o de ontología) en el contexto de la reconceptualización de fronteras, o de autonomías nacionales, regionales o culturales. “La idea de identidad tenderá a ser referida, no ya a las razas (término que la revelación de los campos nazis de exterminio convirtió en tabú), ni siquiera a las etnias (sin perjuicio de la creación del concepto ad hoc de «etnicidad»), sino a las culturas. «Culturas» en plural, entendidas en el contexto del relativismo cultural, cuya fundamentación teórico-ideológica correspondió a las nuevas generaciones de antropólogos que llegaron después de los clásicos, en particular a los antropólogos estructuralistas”.

La cultura popular, particularmente a partir de la década de 1970 se ha encargado de la distribución masiva de estos conceptos a través de artes plásticas y su mediatización, valiéndose de los avances en telecomunicaciones y la homogenización de contenidos.

Dentro de los medios de difusión existe uno con un éxito e impacto significativamente mayor: El Cine. Siendo el arte de la situación, es el más espectacular de las artes visuales; se sirve del diseño gráfico, fotografía, arquitectura, literatura y herramientas digitales para conformar no solo una experiencia fenoménica temporal y especial, sino también una clara lectura de la sociedad en turno. La velocidad con que se distribuye y el enorme potencial para construir espacios deja una ventana asombrosa que en conjunto con las expresiones antes mencionadas permiten alcances imposibles en el mundo tangible, de este modo se pueden conformar realidades utópicas/apocalípticas, generar distorsiones espacio-temporales, experimentar. Desde la inclusión del término Blockbuster en la prensa Americana de los años 70’s la industria cinematográfica ha excedido todos los alcances pensables, creando un mercado antes inexistente, refinando cada trabajo, llevando cada filme a un nivel de detalle extraordinario, las ganancias económicas lo reflejan en millones de dólares al rededor del mundo, mismo número de espectadores y sus participantes ocupan un estrato muy especial en la sociedad.

La sobre expuesta frase de Paz (“la arquitectura es el testigo insobornable de la historia, no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones…”) se hace presente, la arquitectura es el medio para analizar a la sociedad en turno, sin embargo se vuelve más una lectura antropológica ahora obsoleta para un contexto contemporáneo. ¿Cuál es el medio entonces para comprender las fuerzas que rigen la sociedad en turno? Es ahí cuando entra el Séptimo arte.

El diálogo operante entre el pensamiento filosófico y cine ha sido ampliamente documentado, desde Henri Bergson con la inclusión del concepto “imágenmovimiento” (Materia y Memoria, Ed. Cactus, 2006) en el que desde un punto de vista completamente materialista se toma al cine como luz proyectada en un plano existente independiente de su observador, siguiendo con Gilles Deleuze (La Imagen Tiempo, estudios sobre cine 2, Ed. Paidós) quien revalora el poder del cuadro cinematográfico como imagen senso-motriz, en la que el espectador percibe no solo luz si no una completa experiencia compuesta por tres conceptos: imágenacción, imágen-percepción e imágen-afección para llegar finalmente a la lectura cinemática de Slavok Zizek, (The Pervert’s Guide to Cinema, RU, Austria, Paises Bajos 2006) quien opta por una mirada diagonal ante el análisis cinematográfico. Zizek, alejado del diálogo cine-pensamiento llevado por titanes del cine como Jean Luc Godard, recorre el cine comercial como referente fidedigno de la sociedad.

Si pretendemos hacer una aproximación a la verdadera naturaleza social, un acercamiento desde obras canónicas no será el reflejo de la identidad colectiva, del mismo modo que solo obtendríamos una aproximación parcial a la sociedad mexicana del siglo XIX mediante la lectura del Palacio de Bellas Artes de Adamo Boari, debemos reflexionar sobre la cultura mainstream. El cine como industria posee un modelo de negocio en contacto directo con su mercado, pendiente de los movimientos sociales, no solo con una velocidad al alcance de los medio digitales, si no apoyado en estos mismos.

En días pasados me encontré con un filme particular, Equilibrium (Dimension Films 2002) escrita y dirigida por Kurt Wimmer, director de otras películas de ciencia ficción como Ultravioleta y Total Recall, Equilibium retrata un mundo futurístico en donde un régimen dictatorial ha eliminado toda guerra y confrontación humana mediante la supresión de las emociones: los libros, arte, música son estrictamente prohibidos y la sociedad es controlada por medio de una droga que inhibe toda señal de emoción. Todo signo de identidad individualizada es destruido. La constitución de los escenarios, esa visión futurística con tendencias notablemente fatalistas se vuelve tan genérica como la situación que retrata la película, me explicaré mejor: Dentro del filme se presenta una sociedad completamente homogénea, el personaje principal, que cae en el cliché hollywoodense, es un héroe maquiavélico que cambia de bando al deshacer el aparato de control gubernamental operante, la fórmula aristotélica para la construcción del drama en conjunto de atmósferas grises, perfectamente reconocibles en numerosos filmes: I, Robot (Twentieth Century Fox, 2004) de Alex Proyas, Resident Evil (Sony Pictures, 2002) de Paul WS Anderson, The Road (WB Pictures, 2009) de los hermanos Hughes y muchos otros filmes;. la cuestión con cada uno de estas películas responde a como cualquier producto a un mercado, es decir a cuestión fundamental es un público ávido por una visión post contemporánea que los desligue de la realidad actual, esto responde perfectamente al perfil de la Generación Why o Y, se encuentra ahí una afinidad por la reconstitución del mundo, de manera fatalista, ya sean zombies, extraterrestres o supercomputadoras, (este último nada alejado de la realidad, recordando en semanas anteriores la publicación de PRISM) la línea continua, potencializada por literatura, videojuegos, existe una filiación por la destrucción y con esto la separación de todas las generaciones anteriores. “Reinvención” como lo llaman las trasnacionales de electrónicos.

A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una figura mitológica, el filósofo francés Gilles Lipovetsky señala a Narciso como el símbolo de nuestro tiempo, en lo que señala Lipovestky como narcisismo apático consecuencia de la hipermodernidad de la cultura de masa, se refleja en el agresivo corte de los sentimientos, hedonismo y una indiferencia alarmante. Si bien es cierto que cada escritor y filósofo ha señalado su época como decadente, (basta señalar a Kant que a pesar del optimismo del Siglo de las Luces no deja de nombrar la fatalidad de su época), en la actualidad vemos cada una de las expresiones de la cultura popular dirigidas a esto, Michael Bay dentro de Transformers (Paramount, 2007) hace gala de lo anterior, de una franquicia de juguetes para niños desarrolló otra en la que sublima el juguete como una máquina partícipe la destrucción y salvación de la tierra al mismo tiempo que les incluye una carga erótica sin sensualidad alguna, ampliando el mercado al que se dirige y adaptándose al agrado del espectador (más de $709 millones de dólares recaudados lo confirman). Un máximo de placer y un mínimo de austeridad. Si Zizek nos abre el panorama y analiza el mensaje y su significado en el espectador, Lipovestky lo hace con el res social, dando como respuesta un termómetro el cual nos indica la naturaleza esférica del narcisismo colectivo, el cambio rotundo de producción a seducción.

Encontramos un desapego emocional, ya que sin éste no es posible adaptarse a la época, búsquedas hedónicas e identidades superfluas que se descargan en “El Vacío: la sociedad del auto-servicio, la seducción constante y la indiferencia pura” (La era del vacío, Ed. Anagrama 1986). Estamos ya bastante lejos del American way of life y la casa suburbana que nuestros padres persiguieron.  (1era parte)

 

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